Imágenes sin imagen
Cuando uno escribe desnuda el alma. Puede ser una respuesta al infinito o dirigida a algo o alguien en particular, pero sin lugar a dudas es una forma de transitar en voz alta o baja, a través de conceptos, valores y criterios, bien para sí o para otros. En su carácter más interno la escritura lleva implícito el mensaje del ser, ese que se manifiesta de manera libre o entre líneas, que es percibido por el lector, no importa la distracción intrínseca que le pongamos, pues la intención prevalece en su centro como objetivo.
Podemos mostrar una idea, a través de una reflexión crítica, una respuesta o simplemente por medio de una opinión; utilizando imágenes escritas que compartimos «supuestamente» generales, que se lanza al aire para refrescar la atmósfera o para propiciar alguna que otra oleada en el mar de las controversias.
Es costumbre en la actualidad moderna caminar por un mundo virtual de amor y paz adornado con flores y corazones, que es solamente real en las novelas de ficción; puesto que este mundo, «el mundo que conozco», está colmado de intrigas, contradicciones e indiferencias y muchas espinas; así como de acciones de todo tipo, por parte de gobiernos irresponsables, regímenes totalitarios y/o agendas globalistas. Es un mundo desigual, donde el hambre y los pies descalzos han sido las constantes que han despejado la fórmula de la injusticia.
Es un mundo donde pocos reaccionan públicamente con la tinta de la crítica para despertar conciencias.
Es un mundo donde los lemas y pensamientos de buena fe se multiplican en un muro de sombras. Un mundo donde nos pasamos el tiempo pidiéndole a Dios que resuelva los problemas y dejamos de hacer nuestra parte. Con ello no quiero decir que estoy en contra de la fe y de la esperanza, pero ello es solo un deseo, una realidad virtual que nos adorna e hipnotiza, que nos consume y nos mantiene entretenidos, fuera del camino arcilloso que nos rodea cada día; donde la injusticia y las guerras están por todas partes.
Preferimos soñar despiertos, perseguir éxitos virtuales que en la realidad no existen, pero forman parte de los sueños que pretendemos alcanzar.
Reír mientras otros lloran, disfrutar del cielo mientras otros viven bajo las bombas, sin dedicar al menos una palabra de solidaridad hacia los que sufren en países como Yemen, Palestina, Ucrania y tantos otros que a lo largo de la historia han sufrido la abatida de decisiones injustas; que han tenido escenarios de guerras internas, provocados por hombres descarnados, para saciar ansias de dominio y poder sobre este planeta.
Donde los abusos no cesan, así como las políticas desmedidas y sistemas impuestos, muchos de los cuales arrancan las pocas libertades que aún permanecen vivas.
El planeta ha vivido bajo un patrón de guerra y muerte, repetitivo desde el inicio de la vida.
Vivimos en un mundo de lemas, avatares y copias, donde las aplicaciones han sustituido nuestro pensamiento, el cual no desarrollamos y usamos el del otro. Es más fácil entrar en la carabana de lo común, que desarrollar un sello propio. Eso sí, los creadores de dichas maravillas se desarrollan y crecen cada vez más. Regulan nuestras libertades sociales y con ello también crecen sus beneficios, tanto personales como financieros a través de nosotros mismos. Ellos amplían sus capacidades, capitales y dominio; que bueno, pues van a la vanguardia modelando el sendero de la verdadera creación, del verdadero éxito y sus alcances.
El mundo no es justo, ni lo será, mientras exista tanta incapacidad para elegir adecuadamente a gobiernos, unas veces por la desinformación difundida por los medios; donde en ocasiones se glorifica a delincuentes o corruptos y por otro lado se atacan valores morales o se elimina de la historia alguno que otro detalle que moleste en las agendas globalistas. A veces la historia no es universal, pues la que tú crees no es la misma que creo yo, lo cual está relacionada con los materiales que consumimos; así como, quienes las escriben y sus propósitos.
Decir que es un mundo de paz es hermoso. Decir que nuestra voz está en función de ella es interesante y alentador, pero en mi opinión se muestra una paz doméstica, una paz personal porque la verdadera paz que el mundo necesita para vivir es más extensa e inalcanzable, al menos en este siglo.
A quien no le gustan las flores, un buen vino y una puesta de sol con el amor de la vida en una velada a la orilla del mar. Esto es una necesidad personal de disfrutar y vivir lo mejor posible, «si se publica es más competitivo, demostrativo, además de vanidoso»; me incluyo, pero cuantos pensamos en esos momentos, mientras tenemos esa oportunidad que existen diversos lugares en el mundo, donde millones de personas se les niega el derecho a disfrutar de lo elemental, se les niega el derecho a la vida.
Nunca olvidaré aquel día en que un joven UPS murió en aquella famosa persecución, ni al edificio de Surfside donde perecieron tantas vidas con sueños y ni hablar de las guerras que afectan a innumerables naciones y destruyen a la humanidad. Esto no me hace mejor persona, ¡no!, pero sí me enseña a valorar más todos los privilegios que tenemos y a no perder la dimensión del piso que me sostiene.
Las grandes potencias han conquistado, repartido tierras e islas desde el inicio del mundo, con ello han deshumanizado la vida por medio de la violencia y el poder. En la actualidad siguen las pretensiones expansionistas, pero esta vez con máscaras modernas que cubren sus rostros, pero que no han perdido la composición de sus perfiles.
Se promulgan acuerdos, resoluciones o tratados por partes de organizaciones creadas al efecto para mantener la paz mundial, pero que no dejan de marcar en los mismos el lado del interés. Mediante esos acuerdos se sigue cambiando la geografía y la historia usando unas veces maquillajes sociales agradables, novedosos para mantener sus inventarios terrestres, marítimos o de algún estrecho, que hoy todavía se permanecen en disputas.
Doy gracias a Dios por la vida, por mostrarme el camino de la realidad y no, el de una postal. Le doy gracias por no dejarme perseguir sueños, sino realidades.
Doy gracias por escribir lo que quiero cuando quiero, sin cumplir protocolos, ni objetivos empresariales.
Doy gracias por usar la verdadera libertad que tenemos, la cual no tiene límites, ni puede ser censurada, que es el pensamiento.
Quizás en un mundo donde no exista la acción de la vida, se llegue a entender la profundidad de la muerte.