Antiguamente el crecimiento personal era original y auténtico.
No habían consejos que leer, ni canales informativos que te insinuaron lo que debías hacer y mucho menos, que te recomendaran a alguien para llevarte de la mano para garantizarte el éxito.
Que yo recuerde, todos avanzábamos o retrocedíamos, sin medir el paso, y cada cual lo adecuaba a su ritmo.
Cuando caías probablemente el único que se enteraba era el caído, y el triunfo era seguir caminando. Alguno que otro éxito se guardaba en la memoria, sin mucha publicidad, y menos aún, recuerdos fotográficos, pues con una imagen era suficiente, para guardar el memorable momento.
Vivías sin estar sujeto a una imagen, y mucho menos a una pantalla.
El crecimiento era paulatino y con el empuje individual de cada protagonista.
No recuerdo, que me recordaran vivir el ahora, ni el presente del pasado, o el pasado del futuro, pues se vivía el día a día sin pensar en trascender. La trascendencia era genuina y estaban en otras esferas.
Los consejos que existían eran de boca a boca, y muchos de ellos ni se escuchaban, pues la vida te marcada El Paso y te habría el camino, más o menos claro, dependiendo de la visibilidad de cada transeúnte.
La memoria era la computadora más productiva y educativa que existiera y ¡que memoria! Esa que todavía nos recuerdas aquellos teoremas y cartillas, por citar algunos ejemplos.
No habían diplomas ni reconocimientos populares, solo los que se obtenían después de mucho sacrificio, para obtener el título de graduado de un oficio o profesión.
Gracias al género humano, que ha creado a través de la tecnología y la ciencia multiples alternativas, sustituyendo viejas tradiciones, métodos y costumbre; hemos evolucionado hacia un mundo donde hace menos falta utilizar la memoria, así como pasar menos trabajo para trabajar.
Hoy contamos para nuestra delicia con infinitas herramientas, que sustituyen el trabajo manual y por ende hace mucho menos falta la mano de obra humana, pues el humano ha creado su sustitución en múltiples disciplinas.
Hemos avanzado tanto, que no se, cuánta falta haremos en la otra mitad de este siglo. Quizás se diseñe un nuevo planeta, donde sus habitantes sean aquellos que vivieron en siglos anteriores.
© María del Carmen